"Un año es mucho y poco [...] Mucho para lo que ha pasado en nuestro país, con tanto altibajo, y esa triste tendencia a la declinación como Santiago ...
Algunos lo atribuyen a un déficit comunicacional, que no logra transmitir un relato convincente sobre qué exactamente se está haciendo, pero también en el mundo de la izquierda hace sentido lo […] Así en “El tiempo Recobrado”, el séptimo y último volumen de la obra, el narrador pisa un pavimento desigual, frente a un conjunto de árboles iluminados por el sol, y revive las veces que ha visto árboles similares: se le juntan recuerdos de Venecia, de Normandía, de París, recuerdos que se sobreponen a la muerte en una explosión de eternidad. Lo saben más que nadie sus enemigos y por eso van a su casa a asustarlo. Por ejemplo, una sonata nueva puede, para el que la oye por primera vez, producir rechazo. En la traducción de Jesús Placencia, Eliot escribe “Tiempo presente y tiempo pasado/están ambos presentes en el tiempo futuro/Y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado.” En Borges no solo se pueden unir involuntariamente dos o más tiempos en la mente de una persona. Se pueden unir en distintas personas que nunca siquiera se conocieron. El tiempo que ha transcurrido se esfuma y él goza del momento anterior como si lo estuviera viviendo ahora, pero en forma más pura, porque la vez pasada alguna incomodidad -un dolor, una mala postura- lo podría haber distraído. El instante al que ha llegado tiene en realidad la pureza de la intangibilidad. Todo esto ocurre gracias a lo que Proust llama la memoria involuntaria. Poco para los 11.700 años que han transcurrido desde el comienzo del Holoceno, cuando gracias a un calentamiento del planeta, se replegó el hielo, permitiendo que la población humana llegara a unos cuatro millones. El sabor de un bollo, o magdalena, por ejemplo, le provoca al narrador recuerdos espontáneos de ocasiones en que lo sintió antes.